11/07/2021

Efeméride. Tecendo memorias

Centenario

Primeira pedra do Escolar de San Claudio

Tal día coma hoxe, o 11 de xullo de 1921 cadrou en luns. Nesa data celebrouse na parroquia de San Claudio o acto solemne de colocación da primeira pedra do edificio que albergaría andando o tempo as escolas públicas de nenos e de nenas do lugar. O que a veciñanza coñecemos como o Escolar. Así, con maiúsculas, para salientar o significado e o simbolismo daquel lugar de memoria ao que a comunidade enteira nos sentimos vencellados. Alí cursei os meus estudos primarios, entre 1964 e 1968. E alí ficará para sempre acubillada unha parte nada depreciable dos recordos da miña infancia. Grazas e benzóns a quen o fixeron posible. Impulsores do inmoble, familia, mestres, amizades da nenez... Todos eles foron compaña nos camiños da vida e referentes de conforto nas metas, atinxidas ou malogradas.

Como homenaxe de evocación, recoñecemento e lembranza dos devanceiros recompilei e reproduzo de seguido algunhas das crónicas xornalísticas que a prensa local, provincial, rexional e da emigración publicou co gallo daquel día de festa de fai un século. Naquela tarde solleira de verán inaugurábase, sen dúbida, unha nova e esperanzada etapa na historia do ensino e a cultura académica do noso pobo. Un treito xa de longo percorrido que, por fortuna, aínda non rematou. Mentres o noso Escolar se manteña en pé materialmente, serva de eirado compartido para as relacións de sociabilidade veciñal e dea albergue ás actividades culturais, festivas e recreativas das xentes que sempre ou de cando en vez residimos ao seu carón, a singradura vizosa do noso particular ateneo cívico colectivo continuará. Oxalá que así aconteza por moitas décadas, xa que iso acreditará que a comunidade humana asentada arredor del se mantén e o relevo xeracional, ultimamente tan periclitado, non fenece de modo irrecuperable. Algo sobre o que os andazos e tendencias das calendas que vivimos non permiten ser demasiado optimistas. Pero non hai que deixarse vencer sen máis polos malos augurios, pois como adoitaban sentenciar con afouteza os nosos ascendentes: nunca choveu que non alivara.

Como se poderá comprobar sen esforzo, as crónicas que se insiren a continuación difiren notablemente entre si. E non só pola súa extensión, que é o máis evidente, senón tamén dunha maneira rotunda polo tratamento e enfoque que lle imprimen ao relato do evento glosado. Nas máis longas apréciase un manifesto contraste de idearios, dende un confesionalismo militante até un neutralismo tolerante e contemporizador. As plumas dun redactor anónimo de Acción Agraria (voceiro dos Sindicatos Católico-Agrarios do antigo distrito de Ortigueira), que ben podería tratarse do director da Escola Graduada de Santa Marta, o mestre José María Lage, orixinario de San Claudio, e a do cariñés e ex alumno do Colexio San Adrián Pancho de Pita (Francisco Pita Armada), representan ambos enfoques dun mesmo tema. Dúas das correntes de opinión –non as únicas– entre as que transitaron con sorte desigual nos seus itinerarios as sociedades galegas de instrución radicadas alén mar e as escolas que por acó implantaron e sostiveron. Mención especial merecen os dous artigos de fondo que se engaden, debidos, respectivamente, a Leandro Pita Sánchez-Boado e a Leandro Pita Romero. Pai e fillo, líderes do movemento agrarista nas terras do Ortegal e dous dos principais valedores, difusores e enaltecedores da obra de promoción e fomento escolar desenvolvida de forma corporativa polos emigrados da comarca e, incluso nalgún caso, cabe asegurar que polas asociacións dos ausentes de Galicia enteira. Para eles tamén dende aquí un testemuño de fonda gratitude e gabanza.

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La obra de los emigrados

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UN GRUPO ESCOLAR EN SAN CLAUDIO

El día 11 del actual, en la próspera y culta parroquia de San Claudio, del municipio de Ortigueira y en la carretera que va a la importante feria de aquel nombre, se celebró con la mayor solemnidad el acto de la colocación de la primera piedra sobre la que, con el concurso de sus beneméritos emigrados en Cuba, se erigirá brevemente un magnífico grupo escolar con todas las condiciones que la moderna pedagogía exige.

Asistieron a tan importante acto representando al Ayuntamiento D. Vicente Sandomingo, alcalde accidental y presidente de la Junta local de Enseñanza, además de varios concejales. Había también representantes de las Sociedades similares de este municipio. “El Progreso de Insua” [debe ser “El Progreso del Yermo”], “Puente de Mera”, “Santa María de Mera”, “San Adrián de Veiga”, “Cuiña”, “La Mañonesa”, “La Deseada” [debe ser “La Devesana”] y “Couzadorio”, lo cual daba una real sensación a la obra magna que los emigrados ortegaleses, con su acendrado amor a la tierra madre, una abnegación y una voluntad sin límites, demostrando sus elevados anhelos de dotar al terruño de la cultura suficiente [para que] puedan sus sucesores triunfar en el camino escabroso de la vida con más facilidad que ellos[;] la obra magna, repito, que esos filantrópicos hermanos de allende el Atlántico van haciendo, levantando con sus sudores grupos escolares, que son templos de cultura y amor a la tierra, y sosteniendo escuelas importantes que ya van dando su fruto. Del Magisterio Español, vimos a los competentes y abnegados profesores de Ortigueira y Sismundi, respectivamente, don José Pérez Yáñez y D. Federico Yuste.

Previo el disparo de una estruendosa salva de bombas, la importante banda de música que dirige D. Manuel Garrote, ante una numerosísima concurrencia y frente a la casa del delegado de la Sociedad “San Claudio”, venido de Cuba con un voto de confianza para ultimar detalles, D. Vicente Peña Fernández, ejecutó una hermosa partitura gallega, partiendo inmediatamente toda la comitiva para el lugar donde se construirá el edificio, en cuyo lugar había erigida una tribuna para los oradores. Allí ejecutó la música la alborada de Veiga. El delegado de la Sociedad, Sr. Peña Fernández, sube a la tribuna para anunciar que se va a proceder a la bendición de la primera piedra, haciéndolo el párroco D. Antonio Otero después de pronunciar algunas palabras alusivas al acto.

Después de colocada la primera piedra, la niña Amadora Area Lage habló muy bien sobre la enseñanza de la mujer y sobre el acto que se celebraba. A continuación hizo uso de la palabra elocuentemente el niño Manuel Pérez Peña, aventajado alumno del Sr. Taibo, maestro del plantel “Puente de Mera”, siendo como la anterior muy aplaudido. Entre una salva de aplausos se levanta a hablar el citado D. Victorino Taibo, haciéndolo en nuestra lengua gallega en la que desarrolló, felizmente, temas de trascendencia suma sobre el amor del gallego a su tierra, amor especial y definido, sobre la enseñanza y liberación de la mujer gallega, etc. etc., siendo aplaudidísimo. La niña Marujita Martínez Fojo peroró sobre un interesante tema, admirablemente. Tanto esta niña como la que habló primero, son alumnas de la culta profesora doña Cándida Martínez Hevia, a quien debemos felicitar por su magnífica labor.

D. Leandro Pita Sánchez-Boado, socio honorario de la Sociedad “San Claudio” y entusiasta propulsor de todas las Sociedades similares de nuestros emigrados, hizo una grandilocuente oración, sincera y sentida que, repetidas veces, en pasajes felicísimos, arrancó del público grandes ovaciones, terminando entre prolongados y nutridos aplausos. Y a ruegos de la concurrencia, su hijo Leandro Pita Romero, joven abogado y ya notable orador y escritor, improvisó unas oportunísimas palabras e ideas razonadas que le valieron grandes aplausos.

D. Enrique Rodríguez Lage, culto secretario de la Sociedad, dio las gracias desde la tribuna a las autoridades, representaciones de las Sociedades similares y representantes de la prensa que a su invitación habían acudido como él esperaba.

En casa del Sr. D. José Pérez Soto, presidente de la directiva gestora en San Claudio, se sirvió después del acto un espléndido lunch admirable y elegantemente servido, al que asistimos con autoridades, oradores y representaciones indicadas unos cien comensales.

FRANCISCO P. PITA

Cariño, julio.

La Voz de Galicia, 15-7-1921, p. 1.

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El lunes en San Claudio

COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA DEL GRUPO ESCOLAR

“SAN CLAUDIO” *** LA OBRA DE LOS EMIGRADOS ***

Gran solemnidad

 

La Prensa

Galantemente invitados por el Presidente de la directiva gestora en San Claudio, D. José Pérez Soto, asistimos como redactores de La Voz, al solemne acto de la colocación de la primera piedra, sobre la cual se erigirá, como faro de cultura, en aquella simpática parroquia, entusiasta siempre en las ideas elevadas, un magnífico grupo escolar, en condiciones para llenar todas las exigencias de la moderna pedagogía.

Allí estaban también, nuestro Director, D. Jesús Fojo, y el redactor corresponsal en San Claudio «Zeugirdor Egal», el primero representando El Noroeste de la Coruña, y el segundo dejando la pluma para actuar como organizador del acto. Nosotros tuvimos que representar también La Voz de Galicia, ya que el Corresponsal en Ortigueira no pudo asistir.

Representaciones

El Ayuntamiento de Ortigueira estaba representado por el Alcalde D. Vicente Sandomingo, presidente de la Junta local de Enseñanza; el Secretario, D. Tomás Villar; los tenientes de alcalde Sres. D. Manuel Crego, D. Secundino Rodríguez y D. Francisco Area, y el oficial primero D. Inocencio González.

Acudieron al acto representaciones de las sociedades similares del distrito, El Progreso de Insua [debe ser El Progreso del Yermo], Puente de Mera, Santa María de Mera, San Adrián de Veiga, Cuiña, La Mañonesa, La Devesana y Couzadoiro.

Del Magisterio Español hemos visto a los cultos y trabajadores maestros de Ortigueira y Sismundi respectivamente, D. José Pérez Yáñez y D. Federico Yuste.

Entre otras personalidades que no recordamos y sentimos omitir, asistieron, D. Carlos Balteiro, Juez Municipal; D. Ángel Martínez Lage, arquitecto de las obras, y el contratista D. Manuel Rodríguez.

Los emigrados y su obra

Ver allí reunidas las delegaciones de ocho sociedades de instrucción del distrito, sostenidas por los que aquí por antonomasia llamamos «cubanos», por los hermanos emigrados en la Isla de Cuba, que allá en tierras tropicales triunfan casi siempre en una lucha audaz y con armas desventajosas, por la falta de cultura que el Estado cobra y no da, llegando muchas veces nuestros conterráneos a adquirir vastos conocimientos, cara a cara con la vida, redimirse de la indigencia de que es víctima Galicia por el abandono pedagógico en que la tiene un Estado uraño; y debido, también, generalmente, a la enseñanza equivocada que ese Estado proporciona; ver allí reunidos, repetimos, las delegaciones de ocho Sociedades hermanas de la de San Claudio que nace tan pujante, todas ellas en fecundas funciones, daba la sensación de que esos conterráneos emigrados, en los pequeños descansos de la lucha denodada para el triunfo en latitudes inclementes, se acuerdan de su tierra con «saudades» dulces e inefables, piensan en sus hijos, en sus hermanos, y con una abnegación y un altruismo sin límites, con elevados e inquebrantables entusiasmos, levantan en su terruño, cimentadas en el carísimo sudor de sus frentes de luchadores, escuelas que con templos de paz, de amor, de cultura, y que debieran infundirnos lo más íntimo de nuestros respetos, nuestra más vehemente admiración, porque suponen lo más santo de todos los sentimientos del gallego esclavizado y desterrado… y suponen también muchas lágrimas de íntimas satisfacciones, enjugadas por el tórrido sol antillano.

Y allí sentí mi más honda gratitud, de una magnitud jamás por mí alcanzada, porque lo poco que yo valgo se lo debo a los filántropos emigrados, pues que ellos me han dado, en el Colegio San Adrián, la enseñanza que el Estado me negaba en Cariño… ¡El Estado tan puntual para cobrarle los tributos a mi padre!

Colocación y bendición de la primera piedra

A las tres de la tarde, previa una estruendosa salva de bombas, la afinada banda de música ejecuta una hermosa partitura gallega, frente al domicilio de D. Vicente Peña Fernández, delegado de la Sociedad San Claudio, venido de Cuba con un voto de confianza.

Con un alegre pasodoble se sale después para el lugar donde se construirá el edificio, seguidos de una enorme concurrencia. Una vez allí la banda ejecuta admirablemente la Alborada de Veiga, que arranca muchos aplausos, sobre todo del elemento americano.

Desde la tribuna, el delegado de Cuba, Sr. Peña Fernández, anuncia que va a procederse a la bendición y colocación de la primera piedra del edificio que, costeado por los emigrados, se elevará allí.

El párroco D. Antonio Otero, después de unas breves palabras, alusivas al acto, bendice la piedra, que es bajada luego a los cimientos.

Los discursos

Primeramente sube a la tribuna la niña Amadora Area Lage, acompañada de su profesora Dª Cándida Martínez Hevia.

Habló la pequeña con mucha seguridad sobre la enseñanza de la mujer, exponiendo opiniones diversas y consecuencias muy bien razonadas, terminando con unas bellas palabras para aquella obra y sus realizadores.

Se le aplaudió mucho.

Con una elocuencia inesperada y una aptitud de pequeño tribuno, el niño Manuel Pérez Peña, aventajado alumno del Sr. Taibo, maestro del plantel de enseñanza «Puente de Mera» e hijo del Presidente Sr. Pérez Soto, hizo un bello discurso, todo poesía, sobre el niño, comparándolo con los pájaros, hablando de la cultura, encareciéndola, y dirigiendo por último sus palabras a los que con tanto desinterés y amor a la Tierra, edificarían y sostendrían las escuelas San Claudio.

Recibió entusiastas aplausos.

En gallego correctísimo, como solo él sabe decirlo, pronunció un discurso magistral el Sr. D. Victoriano Taibo, el «enxebre» y moderno poeta y cultísimo conferenciante, tan conocedor de nuestra alma «saudosa».

Versó con grandes aciertos sobre el amor del gallego a su Tierra, amor genuinamente suyo y definido, de lo cual era una de sus más bellas manifestaciones aquel acto que se celebraba allí.

Abordó con gran erudición el problema de la mujer gallega, falta de cultura y libertades, que por su carácter y el papel que juega en la vida regional, debiera poseer una y otra especializadas sabiamente. Aludió en algún pasaje muy prudentemente el feminismo, problema tan moderno y tan real, así como olvidado aquí donde tendría tanta transcendencia su resolución apropiada al carácter y a la Tierra.

Tuvo bellas frases para los emigrados ejecutores de estas obras que por sí mismas se elogian, y terminó su admirable peroración entre grandes aplausos.

La culta Maestra Nacional, doña Cándida Martínez Hevia, a quien efusiva y sinceramente felicitamos por su admirable labor, subió de nuevo a la tribuna con la niña Marujita Martínez Fojo, quién con gran facilidad y soltura, pronunció bellísimas palabras tratando asuntos interesantes y subjestivos, valiéndole esto muchos aplausos.

Al subirse a la tribuna D. Leandro Pita Sánchez-Boado, se dejó oír una gran ovación. El más grande entusiasta de estas obras, el que siempre estuvo y está propicio a la propulsarlas cualesquiera que sean las vicisitudes de su vida, socio o presidente honorario de casi todas estas sociedades, nombrado por sus merecimientos, entre ellas la de San Claudio, el esforzado paladín de la redención del campo ortegalés, don Leandro, por cuyo nombre le conocemos todos, dejó allí oír su voz de tribuno y apóstol de las santas y nobles causas.

Fue la suya una oración hermosa, sincera y valiente, que en pasajes felicísimos arrancaba repetidas veces aplausos y ovaciones. Dejó caer sus anatemas sobre prejuicios e intransigencias, cuyos cadáveres juntos con el de las diferencias entre los vecinos de San Claudio, quiso que se sepultasen debajo de aquella primera piedra que se acababa de colocar para elevar aquel templo a Minerva.

Y habló de nuestros conterráneos en Cuba, que así laboran por la cultura de su pueblo, con tal sentido cariño, con tanta sinceridad, emocionando muchas veces al público, que después de terminar continúa aplaudiéndole largamente.

A ruegos de la numerosa concurrencia, habla el hijo del orador anterior, D. Leandro Pita Romero, joven abogado, culto escritor y orador fácil, que con su galanura de dicción subyugó pronto al público.

Dijo que en estos actos acostúmbrase a colocar debajo de la primera piedra un documento y algunas monedas de la época, para que cuando lleguen sus ruinas encuentren allí los arqueólogos la fecha de su origen. Mas él sentiría que esto llegara a suceder. No quisiera que un día, sentado al pie de las deleznables ruinas del que fuera Colegio «San Claudio», un arqueólogo buscara su origen. No. Él deseaba vehementemente que ese edificio continuara eternamente erguido, como templo de la sabiduría, para orgullo de San Claudio y de sus hijos.

Esta improvisación valió al joven Pita Romero prolongados aplausos.

Nuestro amigo D. Enrique Rodríguez Lage, culto Secretario de la Sociedad San Claudio subióse a la tribuna para dar por terminado el acto y expresar las más rendidas gracias a todas las autoridades, delegaciones de las Sociedades hermanas, representantes de la prensa, y a todas las personas que asistieron al acto por su invitación.

El ”lunch”

En el salón del Presidente Sr. Pérez Soto se sirvió a las seis de la tarde un espléndido lunch con toda elegancia, a un centenar de invitados, entre los cuales se repartieron magníficos vegueros.

Al final hubo algunos hermosos, breves e íntimos discursos-brindis, pronunciados por D. Federico Yuste, Maestro Nacional; D. Leandro Pita, padre e hijo; D. Victoriano Taibo, y D. José Pérez Yáñez, de la graduada de Ortigueira.

Estos dos últimos lo hicieron en gallego.

D. Vicente Rivadeneira, ingeniero agrónomo, se había levantado para pronunciar unas oportunísimas palabras sobre lo que manifestara el Sr. Taibo, por cuyo motivo citó una anécdota, de que él fue testigo, de un estudiante gallego, compañero suyo, que se avergonzaba de su tierra y se decía de Guadalajara con su pronunciadísimo acento galaico.

Más tarde, cuando pudo comprender algo más, ya no negaba su nacionalidad.

En cambio, yo –decía el Sr. Rivadeneira– nacido en Aranjuez, sentía esa misma vergüenza invertida.

Decía siempre que era gallego, y me daba vergüenza que pudiera averiguárseme que mentía.

Todos los oradores recibieron entusiastas y reiterados aplausos.

Mientras tanto la música, tocaba armoniosa en el Campo de la Feria.

Y así terminó esta fiesta, que dejará en todos los concurrentes un gratísimo recuerdo perennemente.

Pancho de Pita

La Voz de Ortigueira, nº 269, 16-7-1921, pp. 1-2.

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EN ORTIGUEIRA

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UN ACTO DE CULTURA

 

El lunes 11 se celebró en la parroquia de San Claudio, del municipio de Ortigueira, la bendición y colocación de la primera piedra del colegio que la Sociedad de Instrucción de hijos de aquella parroquia en la Habana edifica para sus conterráneos.

El acto fue solemnísimo. Concurrió un gran número de gente de las parroquias del municipio y de Santa Marta, comisiones de las sociedades de instrucción similares de Ortigueira, autoridades y la colonia de los residentes en América que se hallan actualmente en su tierra.

Pronunciáronse discursos encomiásticos de la labor de los emigrados y sus sociedades de instrucción que están realizando en Ortigueira una hermosa campaña de cultura merced a las escuelas que llevan fundadas y que se van aumentando en poco tiempo.

Reinó en el acto el mayor entusiasmo y al terminarse fue servido un espléndido «lunch» a los invitados.

La Junta organizadora está recibiendo muchas felicitaciones, a las que unimos la nuestra muy cordial.

El Orzán, nº 1034, 14-7-1921, p. 1.

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DE SAN CLAUDIO

El lunes 11 tuvo lugar en esta culta y laboriosa parroquia la solemne y simpática ceremonia de la bendición de la primera piedra para un grupo escolar que los hijos de la feligresía, residentes en Cuba, construyen a sus expensas en su pueblo natal, para que sus hermanos tengan un centro más donde poder educarse e instruirse, preparándose para las luchas de la vida, de aspecto cada vez más pavoroso a medida que los tiempos avanzan.

La Iglesia, fundadora de las primeras escuelas parroquiales, y que tiene en su Ritual bendiciones para toda obra de legítimo progreso, acude solícita a la atenta invitación de la entusiasta Comisión encargada por sus hermanos residentes en América de llevar a cabo la obra emprendida, y bendice la primera piedra.

Es muy de alabar que en medio de las ansiedades y pesadumbres por que el mundo viene atravesando hoy, no se hayan olvidado los buenos hijos de esta parroquia de San Claudio de que el mejor modelo para la educación de los niños solo puede encontrarse en el Divino Niño de Belén, «única medicina para tantos males, único consuelo para tantas angustias, afirmando que solo en su doctrina cabe confiarse, esperando de ella todo bien», como dice Benedicto XV.

A este propósito no podemos menos de recordar aquellas frases consignadas en el mensaje sensacional que los jefes del Imperio Británico dirigieron el 3 de enero de 1920 a sus conciudadanos: «Está hoy claramente demostrado, tanto por la experiencia de la guerra como por los ensayos hechos para reconstruir la vida de la paz, que ni la educación, ni la ciencia, ni la diplomacia, ni la prosperidad comercial constituyen cimientos sólidos para el ordenado desenvolvimiento de la vida mundial» … «El espíritu de buena voluntad entre los hombres descansa necesariamente sobre móviles espirituales, así como la esperanza de un “fraternidad humana” ha de apoyarse sobre el firme cimiento espiritual de la fe en Dios como Padre».

Esto ansiamos para el nuevo centro de cultura que se crea en nuestra queridísima parroquia.

El celoso párroco de San Claudio en tales consideraciones se ha fundado al dirigir su autorizada palabra al público el día de la inauguración.

Otros oradores distinguidos, los Sres. de Pita y Taibo, usaron también de la palabra en pro de la cultura popular.

El Sr. Cura párroco, D. Antonio Otero Debasa, cedió gratuitamente a la Comisión toda la piedra necesaria para el edificio.

Como nota simpática la dieron los niños de la parroquia, Amadora Area y Manuel Pérez, en adecuados discursitos, que fueron muy aplaudidos.

Acción Agraria, nº 27, 20-7-1921, p. 4.

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El día 11 del actual, en la parroquia de San Claudio, del municipio de Ortigueira y en la carretera que va a la importante feria de aquel nombre, se celebró con la mayor solemnidad el acto de la colocación de la primera piedra sobre la que, con el concurso de los beneméritos hijos de dicha parroquia emigrados en Cuba, se erigirá brevemente un magnífico grupo escolar con todas las condiciones que la moderna pedagogía exige.

Correo de Galicia (Buenos Aires), nº 802, 28-8-1921, p. 6

A mesma información, na súa literalidade, tiña aparecido en La Voz de la Verdad (Lugo), nº 104, 20-7-1921, p. 1. E con mínimas modificacións anteriormente en La Integridad (Tui), nº 9380, 18-7-1921, p. 2. Tamén se reproduciu textualmente en Heraldo de Galicia (La Habana), nº 42, 11-9-1921, p. 4.

...

LOS SEMBRADORES

Con el egoísmo de unos, el pesimismo de otros y la indiferencia de los más hubieron de tropezar en esta comarca las primeras Sociedades de Instrucción constituidas por los ortigueireses residentes en América. Pocos éramos los que desde un principio tuvimos fe en el éxito de la gran obra; acaso esa fe, que no flaqueó ni un momento, fuese alentada por el fervoroso deseo de que el triunfo más rotundo coronase la nunca bastante alabada iniciativa de unos hombres generosos, hombres de excepción que sin vacilaciones ni dudas mantiénense al margen de un egoísmo que franca o solapadamente se ha adueñado hasta de algunos corazones que por un mandato inviolable debieran ser depositarios de la abnegación y del desinterés.

Aquellos hombres generosos, persuadidos del altísimo valor de su iniciativa, no se arredraron ante los obstáculos y con tenacidad indomable lucharon, animados por el convencimiento de que en todos los tiempos y en todos los pueblos las empresas más grandiosas se impusieron a costa de sacrificios y abnegaciones. Servet fue condenado a la hoguera, Pestalozzi fue escarnecido, Feijóo fue acusado…

Donde hay un creador hay un perseguido, donde hay un redentor hay un crucificado.

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Pocos días hace que se celebró en la parroquia de San Claudio la ceremonia de colocar la primera piedra del edificio escolar que costea la Sociedad de Instrucción constituida en la Habana por los naturales de la mencionada feligresía. Revistió el emocionante acto inusitada brillantez: autoridades, prensa, sociedades culturales, entidades económicas… todas las manifestaciones de vida de la comarca ortigueiresa estuvieron dignamente representadas; un público numerosísimo acudió a testimoniar con su asistencia la adhesión más entusiasta a la gran obra de los emigrados y este testimonio, por espontáneo, acusa perfecta compenetración del pueblo con el pensamiento que informa la constitución de las Sociedades de Instrucción.

Llegó la hora del triunfo: la generosa iniciativa de los emigrados ha encarnado en el pueblo y la popularidad es consagración. Nosotros, los que desde el primer aliento de las Sociedades de Instrucción hemos ofrendado a estas todo lo que nuestra modestia nos permite ofrendar –voluntad, entusiasmos, energías– experimentamos intensa satisfacción de cuya legitimidad nadie, honradamente, nos podrá desposeer, porque entre esas Sociedades y nosotros existe un vínculo espiritual inquebrantable.

Los pesimistas y los indiferentes de ayer son hoy esforzados paladines de la cruzada que acaudillan los emigrados ortigueireses. Debemos congratularnos de la hostilidad que honró a las Sociedades de Instrucción porque aquella hostilidad encendió los entusiasmos de los convencidos y contra el convencimiento de unos pocos se estrellaron todos los egoísmos.

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La semilla empieza a dar frutos sazonados y abundantes…Ya que nuestros hijos recolectan la cosecha, nosotros, lo menos que podemos hacer es rendir un homenaje de gratitud a los sembradores.

Leandro Pita Sánchez-Boado

La Voz de Ortigueira, nº 269, 16 de julio de 1921, p. 1.  

 

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CRÓNICA

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LABOR DE PATRIOTISMO

 

Recientemente se celebró en mi tierra un acto positivamente interesante. Consistió en la colocación de una primera piedra. Y acto tan corriente y de todos los días, ceremonia en que tienen principio y fin tantas obras que no llegan a la segunda piedra, tuvo en esta ocasión un gran significado patriótico y ciudadano, abundante en enseñanzas y evocaciones.

            El acto tenía lugar en una aldea. La primera piedra era la de una escuela. Quienes la edifican son los hijos de aquella aldea residentes en Cuba.

Este solo hecho es bien loable; pero es digno de toda admiración si se tiene en cuenta que ésta es una de las muchas escuelas que en Galicia sostienen y han fundado los emigrados, a las cuales hay que sumar cada año algún nuevo plantel.

            No están sostenidas estas escuelas por sociedades pujantes destinadas a diversos fines y que dedican una parte de su acción a la cultura, como un adorno. Antes al contrario, las sociedades que sostienen tan hermosa obra, se han fundado para eso, constituyendo núcleos autónomos por parroquias gallegas de emigrados nacidos en ellas.

            Cada sociedad sostiene su escuela en su aldea nativa. En Ortigueira, desde donde escribo, en un plazo relativamente corto, cada parroquia tendrá una escuela con edificio y material «ad hoc», sostenida por los gallegos de América. Algunas funcionan con ejemplar resultado. Otras, como la de San Claudio, cuya primera piedra se colocó días pasados, a la cual aludimos más arriba, están en construcción.

            Hay que darse cuenta de lo que esta obra de cultura significa y revela. A lo primero que nos obliga es a rectificar honradamente el concepto caricaturesco del «habanero» que las gentes tenían formado de los emigrantes. Ya no son «chalets» de cemento ni edificios inútiles la única huella de sus dineros en la tierra natal. Son centros de educación y de cultura lo que nos dejan, precisamente aquello que les faltó a ellos y les hizo la vida más dura y enemiga, cuando, niños aún, ignorantes de todo, salían de la casa paterna hacia lo desconocido, pasaban el mar y recomenzaban la vida en una ciudad americana, abandonados a la suerte más difícil. ¿Es que los que se reían de estos hombres, al regresar triunfadores, serían capaces de hacer otro tanto? Es que el señorito frívolo y pobretón, miasma de café español, buscador de dotes o ganapán en artes de política rural ¿podría ganarle la batalla a la vida con un esfuerzo tan ímprobo, con tan desiguales armas, en una lucha tan larga, constante, agotadora, cuando están tan lejos los afectos que enjugan los duros trabajos y las acerbas penas? Es que un país que no dio cultura a sus hijos ¿podía dignamente no respetar a los que vencieron por su sola voluntad y volvían a pagar con amor la incuria y el abandono de que fueron víctimas?

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            Los hombres de la emigración han llorado por la patria en el destierro y pensando en el calvario de su ignorancia en la lucha por la vida, el exaltado patriotismo que la ausencia moldea y agiganta en el corazón del expatriado, concretóse clara y certeramente en este ideal: cultura; por este camino, la escuela.

            Y así lo hicieron. Y no se engañó su patriotismo. No podía engañarse, a fuerza de bien sentido. Nunca se sienten tanto todos los amores como cuando un obstáculo los aleja y los convierte en ideales. El amor a la patria se depura y se eleva a través de la lejanía, cuando el mar pone entre el deseo y la posesión millas y millas de nostalgias y anhelos.

            Y la obra del patriotismo de los emigrados ha empezado a fructificar con una lozanía superior a toda esperanza. Y eso que hay ciertos frutos que no se han percibido todavía, y que si no son los más inmediatos acaso sean los mejores. Pues si es consolador que los educandos de esas escuelas, gracias a su preparación, no coman el pan negro de los emigrantes de antaño, es mucho más importante la atmósfera de libertad y de civismo que estos niños, formados gracias a la libre acción ciudadana de los particulares, están llamados a difundir en su tierra. Bien saben los que cerca del campo viven que es a los repatriados, a los que vivieron en tierras exentas de tiranía y donde cada hombre es lo que vale, a quienes se debe el mayor apoyo moral en todo movimiento redentor de las clases agrarias.

            Es esto lo que por añadidura nos ha de dar exaltado a su máxima eficacia, la labor patriótica, humana y civilizadora de los emigrados.

            Y puede que alguien siga teniendo para ellos una burla, y que acaso el burlador se apresure a contribuir a levantar arcos de triunfo para honrar a cualquier cacique analfabeto. No dudo que existen todavía gentes que profesan esa conducta. Pero ojalá se confirme la santa esperanza de que serán arrolladas por las nuevas generaciones, las que hayan formado su espíritu en estos nuevos hogares de cultura, saturados de amor a la libertad y al esfuerzo humano, y enemigos jurados de toda tiranía.

            Este es el patriotismo que practican los gallegos que viven fuera de Galicia, en cuyas filas quizá no falte alguno a quien la ley, con recriminación de antipatriotismo, llame «prófugo». En todas las cosas pone la vida una gotita de ironía…

Leandro Pita Romero.

Ortigueira, Julio de 1921.

El Orzán, nº 1046, 28-7-1921, p. 2.

Reproducido en La Voz de Ortigueira, nº 272, 6-8-2021, pp. 1-2.

 

San Claudio na Habana: na procura dun facho de luz escolar

para iluminar o porvir

[Emblema inicial da Sociedad de Instrucción San Claudio (1912)]